Galimatías ante la oleada de aparente revitalización de un tópico pseudo feminista

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 Los mandamientos de la mujer actual

Esta entrada la vi en la sección de novedades de Google+ el 24 de junio de 2012. El comentario que le compuse, que copio íntegro a continuación, fue mi sentir legítimo y lo sigue siendo. No la compartí públicamente entonces pero, a raíz de unas polémicas suscitadas en la red, creo interesante el hacerlo ahora. Que lo disfrutéis.

La tarde de hoy, en que he visto esta publicación, tengo la desventura de encontrarme conmocionado. Tras leer y releer estos curiosos postulados, y de haber revisado el lema que en la imagen se plasma como un estandarte, enseña del pensamiento posmoderno, de un proyecto inacabado y nacido de la pugna entre la rebeldía caótica, la uniformidad restauradora, el rígido conservadurismo y la agónica anarquía, algo dentro de mí ha quedado confuso, como temeroso, igual que el infante de las calles que no se atreve a mirar en los transeúntes a alguien de su misma especie.
     El póster, si puedo llamarlo así, es lo primero que me causa conflicto. «No me impondré ninguna represión ni moral ni sexual», reza. La tipografía resalta los dos elementos esenciales que pretende, si no atacar, cuando menos sí poner bajo riguroso escrutinio o cuestionamiento: la moralidad y el sexo. El juego tipográfico, además, convierte la o de moral en un candado cerrado. Y como rostro de esta máxima provocadora, este imperativo en apariencia defensor de la libertad y autonomía, una mujer de cabello corto con expresión seria, casi marcial, que fija la mirada hacia el frente, no se sabe si con determinación, que es lo más seguro, o con altivez retadora y desdeñosa, que sería lo más lamentable. ¿Por qué algo tan cotidiano en una publicación virtual te causa incomodidad, o conflicto, como tú lo llamas?, se preguntarán. Mi conflicto se genera al recibir un mensaje así de ambiguo y, a lo que creo, peligroso. Y me pregunto: ¿a qué se le está llamando «represión»? Y más aún, ¿qué es «represión sexual y moral»? ¿Estamos ante un póster que condena el castigo violento de la práctica sexual y del ejercicio moral humano, vinculado a la vivencia plena de la sexualidad (que no es lo mismo que sexo)? ¿O se trata de una invitación velada a atacar, por nueva costumbre, lo que tenemos como pernicioso por haberse fusionado ya con lo que ahora ominosamente llamamos «buenas costumbres»? Si el caso fuera el primero, la condenación de castigos violentos, en lo personal estaría tranquilo, celebraría las ocurrencias que se redactan y me iría a seguir con mi vida, acaso dejando algunos +1 en el camino y procurando apoyar la causa con mi actitud y comportamiento; pero personalmente creo que nos enfrentamos a una invitación que se desprende del sano ejercicio de reflexionar sobre nuestro actuar humano, una invitación que halaga pasiones demenciales ocultas en cada uno de nosotros, y que explota un discurso que siembra odio y rencor entre quienes debemos estar unidos por el sólo hecho de haber nacido con dignidad e inteligencia. Creo que no convergen aquí los elementos de una condena contra la represión como violenta represalia o cancelación de las manifestaciones humanas, creo que aquí hay una triste campaña de odio que ingeniosamente arroja unas cuantas obviedades, disfrazadas de inteligentes meditaciones, para seguir lucrando con lo que fingidamente busca combatir. De lo contrario, ¿cuál es la necesidad de emplear una modelo que sigue el canon estético machista de la actualidad, para darle rostro a una máxima que busca la libertad en sus dos grandes tópicos contemporáneos: la moralidad relativa al sexo y, posiblemente, a su práctica? ¿Es que acaso se afecta tanto a la imagen de Vickyform si, para esta campaña, se alterna a las mujeres que se dedican a encarnar la estética comercial con aquellas que se dedican a ser mujeres «llanamente», con todo lo que esto conlleva? ¿Es necesario pasar por pseudofeministas para seguir vendiendo artículos que sólo refuerzan la nefasta cosificación del ser humano y la pobre visión del sexo femenino como un mero receptáculo de placer y de fornicio? Porque aquí no veo yo la condena del castigo psicológico que las sociedades misóginas imponen a la mujer. «No me impondré ninguna represión ni moral ni sexual», ¿realmente habla de no autoflagelarse por haber nacido mujer, de asumir sexo y sexualidad con amor y respeto propios, de mirarse como ser humano pleno y no como maldición? Lo dudo, puesto que no se dirige a, por ejemplo, las comunidades otomíes del Valle del Mezquital o a los grupos huastecos de Huejutla, etnias mexicanas en cuya idiosincrasia se conserva la cosificación de la mujer como un valor socialmente natural y deseable. Se dirige a una sociedad pseudoigualitaria que tiene por precepto una supuesta milenaria victimización de la mujer, tras la cual un falso orgullo femenino se ha exaltado en contra de la tiranía masculina, pero que en el fondo conserva y protege la desigualdad, el maltrato y la cosificación disfrazándolas de caballerosidad, deferencia y manipulación mediática.
     Aquí la represión no es más un castigo, sino que ahora a la invitación a pensar dos veces las cosas, a la prudencia, y a la verdadera libertad, que es responsable, se les llama represión. Consecuentemente, la manera de combatir contra la represión moral y sexual se vuelve el libertinaje sin miramiento alguno, sin precauciones, sin consideración de consecuencias y —he aquí el elemento dizque moral— sin importar el qué dirán, «porque es mi cuerpo y mi sexo y lo que yo decida estará siempre bien».
    No hay que olvidarse de que represión, en su sentido más primitivo, es contención, moderación. Pero en la actualidad hemos satanizado el término, merced de prácticas políticas y jerga psicoterapéutica de la cual entendemos muy poco o nada. La represión moral y sexual no debería ser otra cosa que la vivencia moderada, prudente, de las cosas. No se trata de decir que los seres humanos se priven de ejercer su sexualidad y de practicar el sexo, sino de hacerlo con responsabilidad y madurez, conscientes de que esto siempre implicará a más de una persona, y que la libertad individual propia no debe atropellar la ajena.
     Esto me lleva a la consideración de los mandamientos de la mujer por la mujer. La mayoría, si uno se olvida del sesgo ideológico que la imagen impone —curiosa y trágica contradicción—, aplicarían para cualquier ser humano con educación media o profesional, un nivel de cultura aceptable toda vez que no sobresaliente, y un nivel económico lo suficientemente alto como para preocuparse por los asuntos que atañen al erróneamente llamado género. En sí mismos, son una exaltación del respeto y amor propios, muchos están carentes de una visión más ecuménica y, consecuentemente, truncos, aunque eso sí, son pragmáticos, demagógicos y rimbombantes. Creo que reflexionar alrededor de ellos nos puede permitir sacarles provecho, pues, como ya dije, no sólo aplican para el sexo femenino. A continuación expongo mi propia lectura de cada punto.
El primero dice la verdad a medias: «mi libertad no se termina cuando me uno a alguien». Es cierto que la libertad no terminará; pero necesariamente habrá de cambiar (y ojo, cambiar no implica «algo malo», sino algo diferente). Pero no sólo la tuya sino también la de la persona a la que te has unido. Unirse implica un compromiso y también una cooperación, por ende, conlleva la suma de las libertades de ambos participantes y no la egoísta retención de lo que creemos son las prerrogativas que forzosamente el otro debe mantener intactas. Si te has unido a esa persona, lo ideal es que haya sido voluntariamente, y eso significa que deben acordar en conjunto cómo vivirán su nueva libertad. Para ser un mandamiento al más puro estilo del libro del Éxodo, este primer punto se queda algo cojo y, personalmente, lo creo pretensioso.
     El segundo me parece muy sensato: «como mamá no educo machos ni sumisas». Añadiría: «y educo con el ejemplo». Sin embargo, ¿hay mayor machismo que el que propone que es la madre quien debe hacer las veces de institutriz? Si educas como madre, necesariamente estás incurriendo en la flagrante contradicción de educar con machismo y sumisión. ¿Qué pasa si cambiamos esa palabra, «madre», por «persona», «ser humano»? Habría que repensar la educación completa y, entonces, este falaz mandamiento o queda invalidado o no puede existir como tal en el entorno ideológico que supuestamente lo prescribe.
     El tercero también me parece trunco. Habría también que escuchar cuando algo no le gusta a los demás, ¿qué opinan ustedes?
     El cuarto me parece muy lamentable, porque implica que si las cosas no te afectan, no tienen por qué importarte. Muchos problemas relacionados con la violencia contra la mujer se desprenden de esta suerte de pensamientos egoístas. Todos debemos ser solidarios, para que nuestra sociedad no caiga enferma ante la indiferencia. Yo propongo decir: «rechazaré cualquier tipo de violencia», así, a secas.
     El quinto y el sexto ya me parecen pruebas de prudencia y verdadero autorrespeto.
     En el séptimo creo que se les acabó la imaginación. Considero que el asunto económico, cuando se vive en pareja o con la familia, debe tratarse en común; pero, me remito al punto de las libertades sumadas. En todo caso, el trabajo dignifica y a nadie viene mal la remuneración.
     El octavo me parece una pérdida de espacio. Yo creo que es importante disfrutar de la compañía de uno mismo y, además, pensar bien si se desea vivir en pareja. El ser humano tiene la hermosa capacidad de decidir, eso es muy cierto; pero debe recordar que vive en comunidad y que elegir sólo para uno, a la postre puede acarrear problemas. Hay que hallar el equilibrio.
     El noveno me arrancó una sonrisa. La verdad si mi pareja trabajara (ver séptimo mandamiento) e hiciera a medias la casa, no podría soportar lo mal hombre que me sentiría. Sin embargo, aquí ya entramos en los llamados problemas del primer mundo. Y preguntaría ¿limpiamos porque tenemos que limpiar o porque la limpieza es un valor inherente en nuestras vidas? La axiología aquí opera por vías demasiado escabrosas. Además me pregunto si el grueso de las personas que reciben esta publicidad viven aún bajo el esquema hombre:trabajo::mujer:hogar.
     El último mandamiento me crea un gran conflicto, más que nada porque está redactado de una manera demasiado agresiva, no para el hombre, sino para los hijos. Creo que en efecto, nadie está obligado a aguantar a nadie, pero sí a buscar lo mejor para quienes son inocentes y lo único que hicieron fue nacer de tus entrañas. No estoy en contra del divorcio ni de las madres solteras, tampoco creo que necesariamente lo mejor que pueda pasarle a un crío es que su padre esté ahí, si éste no le inculca valores ni lo apoya para enfrentarse a la vida. Pero reformularía este mandamiento así: «Lucharé por ser feliz y por ofrecerle una buena crianza a mis hijos, recibiendo respeto de quienes me rodean y dándolo asimismo».
     Como he dicho ya, son máximas muy prácticas, halagüeñas de primera instancia y, bien miradas, algo obvias. Sin embargo, tras repasarlas nuevamente considero que no está demás tenerlas presentes cuando el sentido común parece tomar vacaciones. Insisto, además en que cabe reflexionar sobre ellas y sobre los motivos por los cuales llegan a nuestras manos.
     Ya se me ha pasado la conmoción.
     Pues eso es lo que quería compartir este domingo. Es mi opinión y recepción de esta abigarrada entrada, de esta campaña y de lo que, a mi juicio, la constituye. Espero veramente no haber ofendido a nadie con mi postura; de haberlo hecho, pido una disculpa y le recuerdo que es una visión individual de un tema que, en los últimos años, ha sido politizado con diversas intenciones, por lo tanto, no es mi deseo cargar contra ninguna persona sino compartir mi reacción.
    Finalmente quisiera hacerme propaganda, si quisieran contactar conmigo y charlar sobre otros temas, por favor añádanme a sus círculos, que yo haré lo mismo. A fin de cuentas, es una res social, ¿no es verdad? Gracias a quien haya tenido la amabilidad de leer este comentario. Saludos.
Finalista #24 de la campaña “Los 10 mandamientos de la mujer creados por la mujer", imagen obtenida aquí.

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