Música en inglés


No ocurre a menudo que disfrute de la música en inglés (tremenda metonimia) independientemente de su nacionalidad (al encontrarme en México, la mayoría de las producciones anglas provienen de EEUU y, en menor medida, Canadá; por supuesto que la lengua es viajera, difícilmente queda atrapada en un solo territorio, sin embargo no es el objeto de esta entrada discutir las cualidades migratorios del lenguaje); no obstante, durante los últimos meses algún encanto he encontrado en esas cosas que reciben el adjetivo indie. La verdad es que no soy afecto; es difícil que me interese por aprender las letras y, de hecho, los títulos rara vez se quedan en mi memoria, las tonadas me parecen casi idénticas, salvo por alguna que otra peregrina canción, y los grupos y autores me son declaradamente ignotos… en fin, lo único que ha ocurrido, cabría decirlo, con este género de canciones es que han pasado de ser algo completamente aborrecible a ser algo medianamente aceptable, en mi escala personal.
     Algunas veces la gente me comparte la música de su preferencia, hecho que a medida que pasan los años se ha vuelto menos frecuente, y siempre me pareció un gesto incómodamente innecesario. Es cierto que cada generación cuenta con su propia identidad musical, cada oleada de individuos pasó por un encanto extraño ante la música y varios quedaron profundamente marcados por el fenómeno que hizo más ruido durante esos años dorados de juventud. Mi generación, la de los años 90, no está exenta de este curioso proceso de identificación, empero una característica que a mi juicio es excepcional es que la música pasó a convertirse en el emblema de la juventud, como si las distintas ofertas en el mercado fuesen las diferentes personalidades jóvenes empaquetadas y listas para su consumo. Yo tuve la fortuna de ser un muchacho muy solitario, por lo que las tendencias llegaron a mí como meros referentes de lo que me causaba (y a la fecha aún causa) desmedida aversión: la gente. Para mí la música no fue un elemento esencial de mi identidad, sino uno de tantos otros que me definían. A quien esto le parezca una suerte de herejía, le invito a irse mucho a la chingada; pretender que una sola expresión cultural, por rica que sea, es la única constitución esencial de una identidad humana es algo que cabe en la catalogación de reverenda pendejada y no hay excusa que valga. Por esto es que iniciaba este párrafo expresando mi desdén por esa intención de «compartir» el gusto musical ajeno. En el 90% de los casos, lo que me presentan no me sabe ni termina por gustarme, y es incómodo porque regularmente se espera un agradecimiento cuando de mis entrañas lo que quiere salir es un sonoro «chingas a tu madre».
     Anoto todo esto para justificar que la verdadera esencia de esta entrada son tres canciones indies en lengua angla que me han gustado y que me han animado ahora que estoy triste. Amo a mi familia, también lo quiero decir.

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