La metáfora táctil en la repulsión sensorial del sexo femenino, un estudio de caso

0. Introducción

     Apareció el día de hoy una de tantas imágenes con alguna frase supuestamente ingeniosa que buscaba, a decir verdad, una dudosa aceptación entre los usuarios de G+, como no se tratara de los que ordinariamente mariconean por ahí haciendo las veces de activistas de la igualdad, aunque no tengan puta idea de lo que ello significa. Pareció oportuno jugar con la dicha imagen, para cuya especie siempre existe alguna divertida manera de reaccionar, siempre con la intención de fastidiar la inicial propuesta en ella. ¿Qué se puede hacer cuando lo que se busca es generar una malsana polémica alrededor de los temas socialmente sagrados? Originalmente he pensado en compartir el objeto de crítica en cuestión, insertando la publicación de donde provino, pero parece esta táctica demasiado agresiva (porque no se comparte el contenido únicamente sino que se incluye el nombre del perfil y otros datos que ya le dan apariencia a esto de un ataque personal) y la verdadera pretensión aquí es generar carcajadas que no violencia contra los usuarios, algo que parece imposible en un universo informático cuya máxima diversión es violentar al ser ignoto que teclea delante de un ordenador (o un sucedáneo de lo mismo) con un fin tan perverso como el aquí presente: regodearse de ello. Mas como la intención es netamente lúdica, he preferido obviar este primer impulso y redactar una benevolentiae captatio para que a lo menos de escudo, aunque feble, sirva si alguien se decide a leer.

1. La lectio original

     La Furcia Francisca, como da en llamarse una diseñadora de poco pelo, subió una exhortación a la repulsión del tacto en los lindes, se sobreentiende, del cuerpo femenino proponiendo, como se verá en la imagen que «A woman is not written in Braille», lo que consecuentemente obliga a evadir el uso de las manos para acercarse a ella. Parecería noble y risueña la implicación, de no ser por la conclusión de la frase, que genera el efecto cómico áureo más canallesco que pudiera imaginarse: «you don’t have to touch her to know her».
     Indubitablemente, se trata de una invitación a cualquier cosa que no involucre una interacción corporal. A simple vista, incluso parece una defensa de la dignidad del cuerpo femenino, tan vilipendiado en la esfera social como en la literaria tantas y tantas veces, lo mismo por hombres que por mujeres y sus respectivas elucubraciones genéricas. Sin embargo, no parece haberse concebido la frase (y hemos de notar que la Furcia Francisca la compartió por vez primera pero nada asegura que fuese autora de la tan bellaca proposición) para enfrentarse a un público activo y ocioso que se dignase darle respuesta merecida, aunque muchas posibles existen en el universo creativo pero gastarlas todas sería el colmo del desquehacer.
     Aparte de lo horripilantemente discriminador que resulta el empleo del sistema braille para hacer efectiva la metáfora, puesto que propone que el ejercicio de la lectura por parte de un invidente debe equipararse con el acto de torpeza y fuerza por excelencia, es claro que se esmera en perpetuar la imagen de la mujer carente de sentidos, carente de instinto y de pasión sexual. ¿Es que acaso es la mujer la única exponente del género humano que no está en braille? ¿Por qué la insistencia en la negación corporal? No deja de ser curiosa la constante y patológica dualidad que impera en estos días, donde la misma moneda se planta con dos caras antípodas entre sí y se juega a voltearla una y otra vez según un contexto implícito pero difícilmente definido. Purgante resulta la idea de liberar al estereotipo femenino de la castidad impuesta socialmente por generaciones, para incurrir después es una descorporización del mismo estereotipo y dos entradas después, volverlo a corporizar con menos alma y más sensualidad que antes, pero no lo suficiente como para que termine en la abyección de lo netamente corpóreo, que se ha de ensalzar a la entrada siguiente y, al final, también se ha de reprobar y regresar al modelo que inicialmente se combatía. ¡Qué palos!

2. La respuesta

    A manera de respuesta, lo mejor que puede hacerse es no incurrir en el juego de desmitificar lo que, si no fuera por el mito, no daría carcajadas cada vez que surgen canalladas ideológicas de este cariz. Mi propuesta de una contestación sigue un código poco refinado, pero suficientemente deleitoso para mis propias intenciones. Despertar una conciencia mutua parece lo más propio en mi intentona, pero en realidad es simple afán de ver qué respuesta existe (entre las que no pueden descartarse la ordinariamente atendida descalificación del individuo), si acaso alguna surge. Por lo demás, es una respuesta sincera y, como se aprecia en la imagen, también en inglés. He de agregar que, si mi intención fuese leer en braille, buscaría un buen libro, pues para ejercicios intelectuales está hecho este sistema tan encomiable que ha permitido a miles de invidentes acceder a la alta cultura, lo mismo que a la educación formal y otras tantas áreas maravillosas que de la sapiencia han surgido. Sobre el mismo espíritu es que, en boca del buen Yao Ming, propongo el porqué de la acción censurada. Y con esto concluye la crítica de hoy.

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