Parte Segunda
en donde se habla de la forma en que puede el hombre por medio del pillaje realizar el cambio categórico que produzca el fin de la antinomia existencial
Introito
Hemos explicado ya, en la Parte Primera, la manera en que la muerte provoca una antinomia existencial, pero la resolución de este problema apenas se ha esbozado. Corresponde a esta Parte Segunda proponer una vía de resolución que permita, por medio de su aplicación práctica, la disolución de la antinomia que puede provocar la pérdida del pillaje en la vida cotidiana y causar el colapso del universo, como es entendido desde la profesión y ejercicio del pillaje, es decir, la desaparición del elemento queso.
2. La pérdida como camino
La pérdida es una vía no hermenéutica de acercarse al cambio categórico, pero, ¿de qué forma? Si la muerte es abstracción inmaterial y no conoce correspondencia tangible de que pueda ser fineza, lo primero que debe ocurrir para que el cambio categórico sea ejecutado por completo es que se pierda, en efecto, la categoría retoricodiscursiva que provoca la última de las imposibilidades. Este proceso se traduce en la lenta y sistemática eliminación de los semblantes, o «talantes» en términos de la Escuela Filosófica Francesas Retrocontemporánea, que generan la figura retórica como única vía para la comprensión universal de la materia. Sin embargo, ¿qué sentido tiene acercarse primero a la vía retoricodiscursiva si la aplicación del pillaje en la antinomia existencial comporta una equiparación aplicable de las fuerzas de la viada en la resolución antepostfinal? Cabría recordar que lo conocido y lo nombrado son, en el hemisferio terrestre dimensional en que nos movemos, una misma realidad dividida en materia y abstracción. Cuando se quitan las abstracciones, la materia es pero carece de artículos que puedan contraponerse porque no se llama más, lo que significa que lo que es deja de ser y al mismo tiempo puede no ser. Lo que aparentemente comporta una nueva antinomia es, en realidad, una recapitulación de artículos con la intención de acordarlos conforme al pillaje.
La pillajestía que derive esto es tan necesariamente fuerte que puede crear una realidad tangible para la muerte. De esta manera, morir como verbo abstracto se concreta de manera equiparable a viada como proceso dialéctico concreto, más todavía, la relación heurística del modelo no textual de la materia pasa de basarse en el átomo a basarse por completo en el pillajexón. Estas relaciones derivan en una concordancia universal que puede, y aun debe, reflejar la calidad de la viada que ha desatado la pillajestía. Por ponerlo en un planteamiento asaz sencillo: si la pillajestía que se encuentra contenida en el universo pierde preeminencia en favor de una radical liberación de viada, la lógica natural conduce al átomo a liberarse por completo del electrón, esto es, de su fineza y talante, lo que conocemos como pérdida. En un sistema de ecuaciones sencillo, podemos encontrar la pérdida en una simple operación como el despeje; de la misma manera, el orden retoricodiscursivo recurre a un despeje de antinomias y entimemas que permiten la recreación paradigmática material de aquello que nombran como parte de un sistema de nombres en el pillaje. Los nombres despejados, en consecuencia, encuentran una materialidad después de la pérdida y necesariamente los nombres perdidos dejan libres espacios para que la materialidad se asocie a una abstracción.
En el plano teórico, esta difícil tarea está representada por el talante de la versalita, única constante en los dos planos universales posibles para la resolución de la antonimia universal. En consecuencia es la pérdida la vía por la cual pragmáticamente, del discurso al excurso, se puede realizar una conformidad legítima entre los artículos contradictorios.
La pillajestía que derive esto es tan necesariamente fuerte que puede crear una realidad tangible para la muerte. De esta manera, morir como verbo abstracto se concreta de manera equiparable a viada como proceso dialéctico concreto, más todavía, la relación heurística del modelo no textual de la materia pasa de basarse en el átomo a basarse por completo en el pillajexón. Estas relaciones derivan en una concordancia universal que puede, y aun debe, reflejar la calidad de la viada que ha desatado la pillajestía. Por ponerlo en un planteamiento asaz sencillo: si la pillajestía que se encuentra contenida en el universo pierde preeminencia en favor de una radical liberación de viada, la lógica natural conduce al átomo a liberarse por completo del electrón, esto es, de su fineza y talante, lo que conocemos como pérdida. En un sistema de ecuaciones sencillo, podemos encontrar la pérdida en una simple operación como el despeje; de la misma manera, el orden retoricodiscursivo recurre a un despeje de antinomias y entimemas que permiten la recreación paradigmática material de aquello que nombran como parte de un sistema de nombres en el pillaje. Los nombres despejados, en consecuencia, encuentran una materialidad después de la pérdida y necesariamente los nombres perdidos dejan libres espacios para que la materialidad se asocie a una abstracción.
En el plano teórico, esta difícil tarea está representada por el talante de la versalita, única constante en los dos planos universales posibles para la resolución de la antonimia universal. En consecuencia es la pérdida la vía por la cual pragmáticamente, del discurso al excurso, se puede realizar una conformidad legítima entre los artículos contradictorios.
2.1. La pérdida como ejecución
Ejecutar la pérdida es un problema eminentemente individual en el plano dimensional pragmático. No se puede perder en general a partir de la acción de un individuo hacia la comunidad, sino a partir de la acción conjunta de individuos que conforman una comunidad de carácter universal. Dicho de otro modo, la pérdida se ejecuta siempre y cuando sean las consonantes voluntades, sintonizadas y en sincronía perfecta con la armonía del pillaje, las que pueden ejecutar la pérdida y generar una nueva reacción natural de orden práctico discursivo. La muerte como materialidad, entonces, recaería en el individuo y, por tanto, la resolución es una actuación básica: la aceptación.
Se ha dicho que la razón por la que morimos es porque lo aceptamos. Si la teoría cumple su cometido, y lo hace, entonces es la aceptación de la muerte la pérdida esperada para la resolución de la antinomia existencial. Sin muerte no hay pérdida ni aceptación, pero con aceptación hay pérdida y materialidad para la fineza de la muerte. Restaurado el orden, la nueva materialidad, preconocida en este espacio, propone una inclusión de la muerte como realidad inherente a su propia naturaleza tangible. De esta manera, la más clara concesión del arreglo de la antinomia existencial es aceptar.
2.2. Pillaje y aceptación, un epílogo provisional
El pillaje se alza entonces como vía por medio de la cual, la liberación de la viada para la acción positiva de la pillajestía, conduzca a la aceptación. Aceptar es perder y perder es otorgar materialidad a la muerte, lo que conlleva la salvación del y por el pillaje. La práctica continua del pillaje, según sus fundamentos expuestos en el manifiesto de este espacio, permite una paulatina pero segura vía de avance hacia la conclusión y cierre de la antinomia. Problemas como el entimema galático y la cronoscopia sideral pueden afrontarse desde la misma perspectiva, aunque las variaciones de método son inminentes y pueden ocasionar un despiste para el novicio en el arte y la profesión del pillaje. Queda entonces, recordar que como el pillaje es causa y solución de la posibilidad de la viada para la aceptación, lejos de una comprensión exhaustiva de la realidad dimensional, el interesado en la solución de la antinomia universal solo tiene por opción recurrir al queso. Así quede escrito para las generaciones venideras.
¡PILLAJE!
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