Imposibilidades de escritura

El hábito del blogger es de los más difíciles de adquirir. No sé a ciencia cierta dónde estriba o en qué radica el secreto, aparte quizá de una disciplina por el placer y la interacción; sin embargo, en general, reconozco que quienes se dedican a la publicación online tienen por consigna diaria dedicar algún momento a vaciar algún contenido para que luego, otros como ellos o no tan como ellos se acerquen y lean, comenten (lo que más de una vez conduce a una batalla campal inconmensurable), se hagan amigos de post y puedan luego andar a la flor del berro, en lo que se repite el ciclo, que parece volver al punto de inicio, en la mayoría de los casos y haciendo un exceso de generalización, veinticuatro horas después.
     ¿Qué produce esta fascinante conducta? Para mí tengo que es la adicción a la interacción sin interacción, la conciencia de que hay otros allá afuera, en el vasto mundo, que se han topado con nuestro pequeño rincón cibernético y han decidido donarnos lo más valioso que tienen: su tiempo. Y todo ello ha ocurrido sin mover más que los dedos, pestañear de vez en cuando y no dejar de respirar. ¡Es mágico! Por lo menos, eso me parece a mí. Habrá quien diga que sólo busca desahogarse de las frivolidades diarias, quien que encuentra placer en compartir sus textos favoritos, quien que nada mejor tiene que hacer, quien que acaba de descubrirlo y le emociona, pero a la postre, si se hace público es porque se espera llegar a alguien. De otro modo, ¿qué sentido tiene dejar las cosas al alcance de todos? Por supuesto que existen excepciones; hay blogs pensados para una materia académica específica y, por consiguiente, encaminados a poner al alcance de un reducido grupo de usuarios una determinada cantidad de materiales e información. También existen los experimentos, la mayoría de índole literaria, desarrollados entre gente que comparte un mismo interés, pero aquellos suelen ser igualmente públicos porque se pretende que los productos se conozcan.
     En fin, todo esto lo comento porque el día de hoy, después de una dura noche y una mañana de pesadillas extrañas, ante la consigna de retomar la disciplina de la publicación, no hallaba con qué llenar este espacio en blanco, para ir nutriendo las cosas. Casi me lamento de no haber tenido la intención de recuperar este espacio que hacía largo tiempo se estaba pudriendo en soledad, justo cuando vine a España. Pero el tiempo no puede echarse atrás y lo vivido, sabe mejor en el momento aunque los resabios deleitosos se queden en la memoria para disfrutarlos cuando se quiera.
     Como parece que no hay mucho auditorio por ahora, vale la pena convertir esto en una especie de confesionario impío, a ver qué resulta después si alguien, en buscando entre las etiquetas, se interesa por mirar los demás escritos. Siempre se acumulan en le pecho los deseos de proyectos supuestamente novedosos y de gran futuro, pero todo ello es humo si no se le da continuidad y sin la tan necesaria disciplina. Por eso pienso que el caso de los bloggers es adicción en primera instancia, pero juzgo desde mi yo… a saber en realidad lo que pasa en este mundo.
     Entre tanto, y hasta que no se me ocurra nada más. Aquí va la entrada de hoy, cuyo título tiene más de espíritu que de reflexión en el texto.

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